lunes, 10 de febrero de 2014

Al Qasr, Madinat Jumeirah en Dubai (primera parte)

Empezaré la casa por el tejado, contándoos la última experiencia hotelera que he tenido el placer de  disfrutar... y menuda experiencia. Sin duda, una de las más alucinantes de mi vida.

Cada vez llevo peor el invierno; no soporto el frío ni la lluvia, y la ropa de abrigo me parece un incordio. Sería feliz viviendo en un verano continuo en cualquier lugar del Caribe. Así que empecé el año con una necesidad irrefrenable de sentir los rayos del sol sobre la piel, de despojarme del fastidioso abrigo y cambiarlo por un boninto vestido veraniego. ¡Necesitaba escapar de Madrid como fuera!

Pasé varios días en internet buscando opciones de sol y playa en enero que resultaran interesantes. Comencé por los destinos más lógicos y habituales del Caribe: Cancún, Rivera Maya, Playa Bávaro... pero he de reconocer que "la pulserita" de los resort caribeños me genera cierto rechazo. Traté de localizar los hoteles de la zona con mejores opiniones, y aún así no logré dar con ninguno que me entusiasmara (como os decía, echo de menos más información en internet cuando busco hoteles molones). Decidí cambiar radicalmente el objetivo y dirigirme hacia el extremo opuesto del mapa, volando hacia el Este. Fue entonces cuando reparé en la fama que en los últimos años han adquirido los Emiratos Árabes y, en concreto, una de sus joyas: Dubai (junto con Abu Dhabi, los dos destinos asociados al lujo asiático por excelencia).


Encontré muchas opciones, Dubai está repleto de hoteles de lujo que ofrecen experiencias geniales, pero cuando aterricé en la web del Madinat Jumeirah y leí las opiniones de prácticamente todos de sus clientes en TrypAdvisor no lo dudé, era un resort que jugaba en otra liga. Dubai tiene muy buenos hoteles en la ciudad (un Sheraton con vistas maravillosas, un Marriot igualmente fantástico) pero yo buscaba un hotel con playa. Entre los ubicados en la costa me llamó la atención el Atlantis, construido en la famosa Palmera, y también un Le Meridien a muy buen precio... pero el Madinat Jumeirah ya estaba en mi retina y era imposible resistirse.

Madinat Jumeirah es un enorme complejo hotelero de lujo compuesto por 3 hoteles:  Al Qasr, Mina A'Salam y Dar Al Masyaf. Nosotros nos decidimos por Al Qasr, un palacio árabe espectacular que no tiene nada que envidiar al de cualquier jeque. El resort cuenta, además, con cerca de 40 restaurantes, un spa y pistas de tenis. El Burj Al Arab (considerado el hotel más caro del mundo, os hablaré de él en breve ya que tuvimos la suerte de visitarlo) y el Jumeirah Beach Hotel completan el panorama de la zona, que es una auténtica ciudad en miniatura con todos los servicios necesarios para no abandonarla en ningún momento (tiene hasta un zoco, del que os hablaré en el siguiente post).


Así que una invernal noche de enero madrileña nos subimos a un avión de Emirates Airlines (hacen el vuelo directo) y en apenas 7 horas nos desperamos en una soleada mañana árabe.

Para llegar al resort la mejor opción es coger un taxi (hay cientos a la salida del aeropuerto), que cuesta poco más de 20 euros y tarda apenas media hora. La costa está algo alejada del centro de la ciudad, pero si quieres hacer turismo no hay problema ya los taxis se cogen en la puerta del mismo hotel y son realmente baratos. El trayecto desde el aeropuerto al hotel es embriagador, Dubai es una ciudad llena de rascacielos con una arquitectura fascinante (una fan declarada de Nueva York como yo os dice que en cuanto a skyline Dubai le da mil vueltas), entre los que destaca la torre Burj Khalifa, la más alta del mundo (se puede subir y disfrutar de las vistas desde el piso 124).




La entrada al complejo está presidida por decenas de caballos dorados, y no hace falta mucho para darse cuenta de que estás a punto de sumergirte en un paraíso de lujo y ensueño difícil de igualar. Esta pequeña ciudad de cartón piedra está construida con un gusto exquisito, todo cuidado hasta el más mínimo detalle. Ostentoso, muy ostentoso, sí, pero sin perder la elegancia y sin rayar en lo hortera. Tiene el punto justo para dejarte con la boca abierta pero hacerte sentir completamente agusto.

El tamaño del resort es descomunal, un río lo circunda y por él navegan pequeñas barquitas (reciben el nombre de abras) que los clientes pueden coger a demanda para traladarse a cualquier punto del complejo. La otra opción para moverse es utilizar un boggie, coches chiquititos como los del golf que también te llevarán a cualquier punto que desees.

El hotel dispone de una playa privada maravillosamente limpia, de aguas azul turquesa y arena espectacularmente suave, que además está provista de todos los servicios que necesitas: hamacas, camarero, toallas... Si la playa te cansa, siempre puedes utilizar la piscina ubicada a pocos metros. Más que piscina, es todo un piscinón! Tiene un tamaño increíble y lo mejor es que está climatizada a la temperatura perfecta. Una gozada!



Seguiré hablándoos de Dubai y de Madinat Jumeirah en el siguiente post. Os enseñaré lo chulas que son las habitaciones, el plan Winter Flavours al que nos acogimos, os hablaré de sus restaurantes, del spa y de la atención exquisita por parte de todo el staff del hotel. ¡Nos vemos!

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